Hoy me siento delante del ordenador sin la intención de escribir un post técnico. Sin tener un repositorio preparado que sirva de ejemplo ante lo explicado. Hoy quiero escribir sobre algo que veo bastante en el mundo del desarrollo de software: el síndrome del impostor. Yo lo tengo, he aprendido a lidiar con él y, creo que lejos de paralizarme, me ha hecho crecer profesionalmente, a cambio de buenas dosis de ansiedad y estrés.
¿Qué es el síndrome del impostor?
Es un término acuñado por primera vez por Pauline Clance, en 1978, quien decía que ella misma lo padecía cuando estaba en la escuela.
El síndrome del impostor es un término utilizado para describir la sensación de que uno no es merecedor del éxito que ha obtenido, y que pronto será descubierto como un fraude. Es un sentimiento que considero muy común en nuestro sector, especialmente, en contra de lo que pueda parecer, en personas más que cualificadas, formadas, con una trayectoria profesional ejemplar.
Este síndrome se caracteriza por la creencia de que el éxito se debe a la suerte o al engaño, en lugar de al propio esfuerzo y habilidades. Esto puede llevar a una sensación constante de ansiedad y estrés, ya que la persona siente que debe trabajar constantemente para cubrir sus propias inseguridades y evitar ser descubierta como un fraude.
¿Cómo afecta a nuestra vida laboral?
Desde el punto de vista de un desarrollador de software, el síndrome del impostor puede que no afecte al resultado de su trabajo. Es más, dada la inseguridad en lo que desarrolla, es probable que sea la mejor de las soluciones y que esté más que probada. El problema recae en el propio profesional, ya que puede que realizar un trabajo, más aun si es algo nuevo, le suponga un pico de estrés.
El síndrome del impostor puede terminar con carreras brillantes por el hecho de que la persona no se siente merecedora de su éxito
Por otro lado, el síndrome le empuja a no salir de su zona de confort, lo que trae asociado el hecho de no correr riesgos, no atreverse a pedir un ascenso o a buscar un mejor empleo, por el miedo de no estar a la altura. Lo cual no solo es malo para el trabajador que padece el síndrome, sino también para la compañía en la que trabaja, puesto que podría estar trabajando por debajo de su potencial, pudiendo realizar trabajos más complejos o de mayor responsabilidad si el síndrome no le tuviese paralizado.
¿Es malo este sindrome?
Lo respuesta corta es sí, es malo. ¿Quién quiere vivir en un mundo en el que siente que es un fraude, que no se merece los logros que consigue? ¿Quién quiere pasar un día sí y otro también con la ansiedad y el estrés por aprender y dominar todas las materias en las que considera que debe ser un experto? Nadie quiere vivir con esa sensación. Y a largo plazo, no es saludable convivir con esos sentimientos. De hecho, un síndrome del impostor mal gestionado, puede acabar con carreras profesionales tiradas por lo borda. Gente que deja su trabajo por sentir que no son capaces de desarrollarlo, cuando la realidad es que son profesionales como la copa de un pino.
No obstante (abro paraguas para protegerme de criticas) considero que no todo es malo cuando hablamos de este síndrome. Al menos encuadrándolo dentro del sector al que me dedico, el desarrollo de software. Es un mundo cambiante, en el que la tecnología avanza cada día. Avanza mucho más rápido de lo que cualquier persona puede asimilar. Por ello, dentro del desarrollo de software hay muchísimas perfiles diferentes (gente muy especializada en un área, gente con una visión más general, conocedores de BBDD, de backend, frontend, movilidad…). Dada esta velocidad en los avances tecnológicos, el síndrome del impostor nos ayuda a no quedar atrás, a seguir aprendiendo novedades, a seguir especializándonos. El problema es el precio que muchas veces se paga por ello. Grandes niveles de ansiedad y estrés al creer que no somos valedores del puesto de trabajo que tenemos, al pensar que en cualquier momento nos despedirán y no seremos capaces de encontrar un trabajo similar, porque claro, somos un fraude (al menos es lo que pensamos) y por más que aprendamos siempre habrá infinidad de cosas que desconocemos o en las que no estamos especializados.
¿Cómo convivir con este síndrome?
Un síndrome del impostor mal gestionado, puede provocar que los profesionales sean reacios a pedir ayuda o compartir sus conocimientos con otros, ya que temen ser descubiertos como impostores. Lo cual puede dificultar el trabajo en equipo y afectar la colaboración en proyectos de desarrollo de software. Incluso, como he comentado antes, puede terminar con carreras brillantes por el simple hecho de que la persona no se siente merecedora de su éxito.
Afortunadamente, hay varias cosas que los desarrolladores podemos hacer para superar el síndrome o, al menos, aprender a vivir con él.
Uno de los primeros pasos es reconocer y aceptar que este sentimiento es común. Más aun en nuestro sector. A medida que conozco a más desarrolladores, me doy cuenta de que este síndrome está muy extendido. Y en contra de lo que pueda parecer, veo que es muy común en persona exitosas, con grandes conocimientos y carreras envidiables.
El siguiente paso, es reconocer que tenemos el síndrome. Este paso puede ser el más complicado, porque estamos completamente seguros de que somos un fraude. Pero tenemos que ser objetivos con nosotros mismos y poner en valor todo nuestro conocimiento, nuestra trayectoria profesional, capacidades, logros, habilidades… Y analizarlas como si de una tercera persona se tratase, sin atribuirlas a la suerte o al engaño. Es en ese momento, cuando seremos consciente de que tenemos lo que tenemos gracias a un esfuerzo titánico y no al engaño.
Una vez asumido que no somos un fraude, que nos hemos ganado lo que tenemos y que somos profesionales que aportan valor, el siguiente paso es ser conscientes de que no tenemos que saber de todo. Podemos preguntar sin temor alguno. Podemos preguntar lo que sea, por básico que nos parezca. Un ejercicio que suele servirme es ponerme en el lugar de la otra persona. Si alguien viene y me pregunta algo, estoy encantado de ayudarle, sin cuestionarme si la pregunta es sobre algo sencillo o complejo. Simplemente intento echar una mano, hacer que la otra persona aprenda algo nuevo y, en ese camino de formación, aprender algo yo también. Con este ejercicio, poniéndome en el lugar de la otra persona, se pierde el miedo a preguntar e iremos dándonos cuenta de que la gente, por norma general, es amable y está abierta a resolver tus dudas y compartir su conocimiento.
Caemos en la trampa de creer que tenemos que contar algo novedoso, complejo, que nadie haya hecho antes, pero no es así
Por otro lado, debemos perder el miedo a equivocarnos. Uno de los mantras que tengo desde hace un años (se lo he robado a mi mujer) es vale equivocarse. Somos personas y nos equivocamos. Cuando pasa, se admite el fallo y se buscan soluciones y no culpables. Aprovechemos el error para aprender e intentar no volver a cometerlo.
Vayamos un poco más allá
Llegados a este punto, hemos reconocido que tenemos el síndrome del impostor y somos capaces de lanzar preguntas sobre temas que desconocemos o que no nos han quedado 100% claros, nos permitimos fallar y aprendemos de nuestros errores. Se podría decir que sabemos gestionar nuestro síndrome evitando ansiedades innecesarias. Hay gente que se queda aquí, se siente cómoda en este punto. Se valora, no tiene miedo a preguntar, a cometer errores… El síndrome no le impide desarrollar su trabajo de forma adecuada, y no pasa días de estrés buscando documentación sobre todo en lo que cree que debe ser un experto. Es un buen profesional, lo sabe y no se siente un fraude.
No obstante, invito a todo el mundo a ir un poco más allá. A no conformarse con quedarse en ese punto. Invito a todo el mundo a compartir. A compartir su conocimiento, sus experiencias, sus errores… Todos tenemos algo que contar. Muchas veces caemos en la trampa de creer que tenemos que contar algo novedoso, complejo, que nadie haya hecho antes, pero no es así. De hecho, hay veces que la audiencia es menor cuanto más complejo es el tema a tratar. Por lo tanto, pierde el miedo a compartir tu experiencias, tus proyecto, tus aprendizajes, tus pequeños logros, tus errores… Siempre hay alguien al que le servirán y te agradecerán que las cuentes.
Hoy en día hay infinidad de canales para compartir. Redes sociales, blogs, canales de YouTube… Pero me gustaría recomendar la asistencia a eventos. Eventos presenciales u online. Eventos grandes de todo un día o charlas de una hora de algún meetup. Ve a esos eventos. Anímate a contar cosas y asiste como oyente para aprender otras nuevas. Haz networking con el resto de asistentes. Conoce gente del sector que hace cosas parecidas a las que tu haces. Cuando lo hagas, te darás cuenta de que estamos en un sector en el que la mayoría de la gente es amable y están encantados de ayudarte con tus dudas y problemas. También te darás cuenta de que hay mucha gente interesada en que les cuentes lo que sabes, en que les cuentes tus experiencias. Y por último, verás que hay muchísima gente que son absolutos cracks, que también se sintieron impostores, que cometen errores día tras día y que no son dominadores de todas las ramas de la tecnología (algo que es imposible). Simplemente son personas apasionadas por su trabajo, con ganas de hacerlo bien, seguir formándose, aportar su granito de arena a la comunidad y aprender de ésta.
Para poner fin al post, y tranquilizar a los lectores, cabe destacar que lo más normal es que con el tiempo desaparezca el síndrome del impostor, pero, de no ser así, sería bueno que investigues más sobre el tema, reconozcas las normas que te exiges a ti mismo y cambies los guiones internos cada vez que te enfrentes a una situación de estrés. Si aún así no consigues enfrentarte a esos pequeños diablillos internos que te dicen al oído que eres un fraude, no lo dudes, pide ayuda profesional y no permitas que tus miedos no te dejen avanzar en tu carrera profesional.